Grandeza y debilidad de lo espontáneo

(Ni un hogar sin lumbre, ni una familia sin pan)



Almería 



En el sureste de España, en la provincia de Almería, existe una zona conocida popularmente como “mar de plástico”, un manto blanco de polietileno formado por una miríada de invernaderos dedicados a la producción intensiva de hortalizas fuera de temporada para la exportación. Esta zona desértica, que abarca más de 40.000 hectáreas se ha transformado en las últimas décadas en el mayor invernadero de Europa. 

El origen de estos núcleos agrarios está en los proyectos de colonización impulsados por el franquismo a finales de los años 50, tras el descubrimiento de importantes reservas de agua subterránea.  Estas iniciativas de carácter utópico buscaban poblar zonas poco habitadas del país mediante la construcción de viviendas y la cesión de pequeñas parcelas de tierra para el cultivo; funcionando a su vez como modelos idílicos de los valores de familia y patria que promovía el régimen dictatorial. En los años 90, con la eclosión de una especie de “fiebre del oro” agrícola se produjo la llegada de numerosa población migrante que cubrió la creciente necesidad de trabajadores que demandaba este aparato productivo en constante expansión. Este contexto dio lugar a una serie de tensiones y conflictos de índole racista contra la población inmigrante. 

Durante los últimos nueve años, he estado fotografiando en Almería con el objetivo de conocer los pueblos que se encuentran en medio de esta red de invernaderos y que crecieron con nueva vida gracias a la llegada de trabajadores migrantes en los 90. A pesar de ser el motor de esta industria y de convivir estrechamente con sus instalaciones y también con sus residuos, existe un fenómeno de segregación residencial que mantiene un muro físico y mental entre los lugares donde residen las comunidades de trabajadores migrantes y aquellos donde lo hace la población blanca. Este trabajo es un intento por romper ese muro. 




Grandeur and weakness of spontaneity

(Not a home without fire, not a family without bread)


Almería


In southeastern Spain, in the province of Almería, there is an area popularly known as the “sea of plastic,” a white mantle of polyethylene formed by a myriad of greenhouses dedicated to the intensive production of off-season vegetables for export. This desert area, covering more than 40,000 hectares, has been transformed in recent decades into the largest greenhouse in Europe.                                                                        


The origin of these agricultural settlements lies in the colonization projects promoted by Franco's regime in the late 1950s, following the discovery of significant underground water reserves.  These utopian initiatives sought to populate sparsely inhabited areas of the country by building homes and granting small plots of land for cultivation, which in turn served as idyllic models of the family and patriotic values promoted by the dictatorial regime. In the 1990s, with the emergence of a kind of agricultural “gold rush,” a large number of migrants arrived to meet the growing demand for workers in this constantly expanding productive sector. This context gave rise to a series of tensions and conflicts of a racist nature against the immigrant population.


For the past nine years, I have been photographing in Almería with the aim of getting to know the villages that lie in the middle of this network of greenhouses and that grew with new life thanks to the arrival of migrant workers in the 1990s. Despite being the driving force behind this industry and living in close proximity to its facilities and waste, there is a phenomenon of residential segregation that maintains a physical and mental wall between the places where migrant worker communities live and those where the white population lives. This work is an attempt to break down that wall.